viernes, 23 de mayo de 2008

El Palau de la música catalana


Llegué al Palau a mediodía y mientras esperaba a las personas con que había quedado, decidí almorzar en la cafetería. Desde que entré en el mismo supe que aquella arquitectura modernista y extraña, llena de rosas cerámicas, me iba a encantar.

Desde la mesa en que me senté se apreciaba la escalera que sube hacia el patio de butacas, con sus balaustres de vidrio templado de color amarillo y materiales cerámicos.

El Palau de la música catalana tiene una historia preciosa, un lugar muy pequeño y falto de luz para su construcción y una solución arquitectónica que consigue salvar estas dificultades, dotándole de una luz espectacular y una sonoridad más que aceptable.

El Palau de la Música Catalana fue construido hace cien años en sintonía con las aspiraciones colectivas de un pueblo y como consecuencia de las ideas más avanzadas que dominaban la sociedad de la época.



Este monumento arquitectónico único, proyectado por el genial arquitecto Lluís Domènech i Montaner por encargo del Orfeó Català, nació con aquella genética abierta y vanguardista que es la clave de su trayectoria cultural, de su singular conexión con los ciudadanos, y de su reconocimiento universal.

En esa época ya existía el Liceu, con un escenario mucho mayor que el que se construiría en el Palau. Pero, el Palau, cuyo escenario en principio se estudia tan sólo para acoger al Orfeó - y por tanto, de dimensiones más reducidas- es un proyecto nacido del pueblo y construído gracias a la aportación de éste.

Pero más allá de todo esto, el Palau surge como una aspiración del pueblo de Barcelona y muy pocos recursos. Por eso, y porque el solar del que se dispone es pequeño y está entre calles estrechas, el proyecto y su posterior construcción adquieren mayor relevancia.



Un ejemplo de esto lo encontramos en los materiales que se utilizaron para su construcción. A fin de abaratar costes, Domènech i Montaner estudia un Palau en que los materiales cerámicos y el vidrio sean los protagonistas. Así, además de abaratar costes debido a la existencia de numerosos artesanos que dominan y trabajan estas técnicas y materiales en la Cataluña de hace cien años, consigue, por un lado y gracias a las vidrieras, dotar de una luz maravillosa a un rincón oscuro, y por otro y gracias a las múltiples formas de los materiales cerámicos, sustituir las maderas nobles que siempre mejoran la acústica de un auditorio, por un material mucho más económico y accesible con si no el mismo, un muy buen resultado.

En su auditorio destacan las grandes vidrieras que circundan el patio de butacas, pero sobre todo e indiscutiblemente la lucera del techo, esa gota de luz a punto de caer. Aparte, las lámparas se lanzan sobre el patio de butacas, consiguiendo desde lo alto, alumbrar todo el patio. Las columnas de mosaico, así como las musas que literalmente salen de la pared del escenario para inspirar a los artistas, consiguen crear un ambiente rico y especial.

En mi visita al Palau de la música catalana, que ahora cumple cien años, sólo me quedó una gran pena. Poder acudir a una matinal. Dicen los que lo conocen, que la sensación de estar escuchando buena música por la mañana, cuando la entrada de luz por las vidrieras es más potente, es la mejor experiencia que se puede tener en ese edificio.



Me queda pendiente.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Putakume malapartatu horreek!!


Osta bere kataia imin deuskue. Beste behin. Noz arte?