viernes, 15 de febrero de 2013

¿Y ahora qué?


Es cierto. Existen resortes en la vida que inesperadamente nos hacen cambiar el semblante, el humor. Hoy he visto una fotografía de un primo al que no he visto en los últimos treinta años. Se me ha roto el ánimo.

Sin fuerza, sin intensidad, los lagrimones han empezado a recorrer mis mejillas en el mismo momento que esa fotografía me ha transmitido la herencia familiar, una herencia que duele menos al ser negada.

Si lo viera por la calle no lo reconocería. Hace tiempo que renuncié a los porqués, más por evitar un dolor innecesario que porque estuvieran resueltos.

Y así añadimos a la herencia familiar nuestro propio enfoque. Y pensamos que es la manera de mantenernos en la vida, obviamos los recuerdos y la empatía hacia aquellos que nos han hecho daño. Nos erigimos en plaza fuerte, inexpugnable a aquellos que no quisieron dejar el pasado atrás.

Y repetimos los errores que ellos probablemente cometieron. Y más de treinta años después el niño triste de ojos azules es un hombre triste de ojos azules. Y a mí me da un vuelco la vida.

¿Y ahora qué?

No hay comentarios: