Pasado el tiempo, se convierten en un refugio agradable. Si uno tiene la suerte de reencontrarse, se transforman en un café cómplice, un paseo por la orilla, sin mentiras ni tapujos, con miradas sinceras, sin miedos ni tiempos marcados que respetar. A fín de cuentas, los viejos amores no necesitan de explicación, lo saben todo. Y escuchan, y comprenden, incluso abrazan con sus miradas, sin aconsejar consejos a oídos que ya no los esperan.
Una mirada les basta, un parpadeo, una media sonrisa. Son una mano tendida con la palma abierta hacia arriba.
Porque los viejos amores, cuando lo han sido de verdad, se convierten en un bien que atesoramos en el fondo de nuestra memoria. En ese lugar donde sólo guardamos lo importante. Su recuerdo íntimo es una de las pocas cosas que nos pertenece en esta vida.
3 comentarios:
Pues esto es muy personal pero siempre que me encuentro con mi viejo amor, al que a veces veo en ocasiones especiales, pues se casó com mi mejor amiga, me pregunto si él me mira como yo a él, si le invade la misma sensación de alegría, profunda complicidad, nostalgia y cariño insondable que a mí.
En cierto modo me dan hasta nervios y me vuelvo patosa.
Siempre me quedará la duda.
Está bien, la canción de Tuya Martini que nos traes, muy bien!
Ciertamente, los viejos amores y los verdaderos cariños, son tesoros guardados en nuestro corazón.
wodehouse Uy! Vaya rollo eso de mi viejo amor con mi mejor amiga. No lo quisiera yo para mí. Están muy bien los viejos amores allí, en el lugar del recuerdo, es así mucho más fácil de manejar todo y de no ser patoso. Además, seguro que no eres tan patosa como dices. Besos
megustanlassonrisasComo siempre, resumes muy bien todo aquello para lo que yo necesito diez páginas. Gracias y un abrazo.
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